Cómo proteger a las mujeres de asesinos y violadores:


En diciembre de 1995 Bernardo Montoya Navarro entró en casa de una anciana que le había denunciado por robo y la asesinó con un machete. Fue condenado a 17 años de cárcel. Años después, durante un permiso penitenciario, trató de violar sin éxito a una joven de la localidad de El Campillo. La joven pudo evitar la violación gracias a su perro pastor alemán, acuchillado por el agresor.


Por este ataque solo fue condenado a año y medio de prisión. Pero el historial delictivo de este miserable no termina aquí. Tras abandonar definitivamente la cárcel en marzo de 2015, Bernardo Montoya Navarro volvió a cometer otros dos robos con violencia contra mujeres. La condena en esta última ocasión fue sólo de dos años y diez meses.


Cuatro agresiones contra mujeres. Una mujer asesinada, un intento de violación y dos atracos a mano armada. En total, 21 años de condena, interrumpidos por generosos permisos penitenciarios en los que volvió a delinquir. Las penas fueron bajas porque los tribunales consideraron como atenuante su adicción a la cocaína y la heroína.


En octubre de 2018 Bernardo Montoya Navarro salía definitivamente de prisión. Se fue a vivir con su hermano, también condenado por gravísimos crímenes. Para desgracia de Laura Luelmo, este desalmado se instaló justo enfrente de su casa. Laura desconfiaba de él y así se lo había hecho saber a su novio. Todos conocemos el fatal desenlace de esta desgraciada historia.


Los habitantes de El Campillo están indignados y no les falta la razón. ¿No puede nuestro sistema penal protegernos sujetos como este? Como esposo y padre, me aterra pensar que alguna de las mujeres de mi familia pueda encontrarse alguna vez con una alimaña como esta. Nuestras mujeres están en peligro, amenazadas por psicópatas y criminales que, en muchas ocasiones, son reincidentes.


Pero nuestro Código Penal prioriza los derechos del criminal a la seguridad de las víctimas. Si además de asesino el criminal es un drogadicto, las reducciones en la pena serán generosas. ¿Piensan los políticos hacer algo para solucionar esto? Para los políticos, enroscados en sus casposos constructos ideológicos y alejados de los verdaderos problemas sociales, la violencia contra las mujeres es consecuencia del machismo estructural de nuestra sociedad.


Y es que, para ellos, los varones heterosexuales, debido a una deficiente educación, somos todos potenciales asesinos. Por eso es necesario emprender lo que pomposamente llaman políticas públicas de protección de la mujer, que en la práctica suelen ser cursillos subvencionados en feminismo e igualdad que han de ser impartidos a todos los varones heterosexuales desde su más tierna infancia. Pero las causas de la violencia contra las mujeres son otras: El mal existe, existen los psicópatas y existen los malvados. Y el Estado está fallando a la hora de proteger a las mujeres y a los débiles de estos desalmados.


La inmensa mayoría estamos de acuerdo en que los delitos graves tienen que ser castigados con cadena perpetua. También pensamos que este tipo de criminales no debe beneficiarse ni de reducciones de condena ni de permisos penitenciarios y que la reiteración delictiva debe conllevar penas más graves y no menos. Seguramente una gran mayoría estemos también de acuerdo con que la adicción a las drogas no debe ser considerada atenuante en un delito de asesinato. La reinserción no puede ser el único fin de la pena. El principal fin de la pena tiene que ser proteger a la sociedad de los criminales y hacer Justicia a las víctimas


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Pero los políticos no están en esto, no dan su brazo a torcer y siguen empeñados en sus políticas públicas activas, hablan, tímidamente, de la prisión permanente, pero le ponen en seguida el apellido de “revisable”, no vaya a ser que los excluyan del consenso progresista, un día están a favor de una cosa y otro día a favor de la contraria, en función de lo que digan las encuestas o de la posibilidad de pactar a diestra o siniestra. (DIEGO DE MENDOZA)


¡Que vigencia tiene este artículo de este periodista español! Cuando rige la ley del más fuerte y el poder del dinero, en una sociedad, los más débiles: mujeres, ancianos, niños y discapacitados, están en peligro. NO ES UNA SENSACIÓN, NO ES UN RELATO, ES EL DESENLACE FATAL PARA VIDAS QUE TIENEN NOMBRE Y APELLIDO. Me rehúso a aceptar que no lo podemos cambiar, como abogado, no puedo dejar de luchar por el imperio de la ley. Si todos trabajamos sé que en esto podemos mejorar.


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